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Todo cambia muy rápido, vivimos en una inmediatez suprema que impera con casi todo.

Las carencias emocionales en el planeta avanzan al unísono afectando a toda clase de perfiles sociales.

Se hace cada vez más evidente la necesidad de implementar transversalmente una política pública al alcance de todas las personas y para todas.

Cuyo objetivo sea sociabilizar la educación emocional.

Convertir la educación emocional en un bien común es posible, dando respuesta al 3º objetivo de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU, la salud y el bienestar de las personas y las comunidades.

Un cambio en la forma de percibir las emociones de aquellas personas que hacen funcionar las empresas como un perfecto engranaje, marcará una verdadera transformación en la productividad de cualquier centro de trabajo o institución.

Todas las instituciones y empresas cuentan con una fuerza de trabajo que proviene de personas iguales en derechos y obligaciones que son contratados con una historia ya incluida.

Para estos equipos de trabajo y, para la parte directiva y de coordinación, es muy beneficioso conocer y aumentar su cultura emocional.

Una forma de fomentar y promocionar la salud poblacional, ya que solo así se puede conseguir salud comunitaria, civismo y sobre todo convivencia.

El objetivo final de Cultura Emocional Pública es contribuir al bienestar emocional personal y comunitario por medio de la promoción de la salud emocional de toda la ciudadanía, socializando la educación emocional y convirtiéndola en cultura emocional comunitaria y pública.

Los datos de los últimos años en Cataluña confirman el alarmismo de la OMS:

  • Los intentos de suicidio anuales superan con creces los 6.000 casos.
  • Los suicidios consumados superan los 500 casos del año.
  • La prescripción de psicofármacos en los centros de atención primaria (CAP) supera ya los 18 millones de unidades anuales y tiene un coste para el gobierno de Cataluña de 175 millones de euros.
  • El porcentaje de consultas en los centros de atención primaria con origen psico-emocional se ha cuantificado en el 30%.

Cada vez es más evidente la necesidad de cambios en una sociedad carente de recursos y de cultura emocional pública.

No solo y preferentemente en el ámbito público sino también en el ámbito privado (cultura emocional en las organizaciones, instituciones, centros educativos y centros de salud).

La necesidad del cambio, ¿Quizá, un cambio radical?

El progreso tecnológico que lleva experimentando nuestra sociedad desde hace tanto tiempo no va acompañado del necesario desarrollo social.

Los hechos de violencia, la inefectiva comunicación entre países, ciudades incluso personas lo hacen evidente y son prueba ello.

La ciudadanía necesita comprender la necesidad de desarrollar en los ámbitos educativos y sociales aspectos referidos a la comunicación emocional.

Implementar transversalmente a los territorios una política pública cuyo objetivo es sociabilizar la educación emocional es un sinecuanum con mayúsculas.

Las transformaciones deben llegar con las nuevas generaciones y nueva cultura (creencias colectivas, valores colectivos, ruptura de paradigmas…) o estos cambios no se producen.

Necesitamos integrar en nuestra cultura idiosincrática nuevas subculturas para irnos dirigiendo a nuevas sociedades. Entrar a través del cambio cultural es la solución.

Pero estos cambios culturales son difíciles de conseguir, ya que suponen romper con los cánones y paradigmas que sustentan nuestra forma de vivir y comunicarnos.

Paradigmas caducos que deben romperse porque solo así se producirá el impulso que se necesita de convicción y estrategia, transversalmente y cohesionadamente desde la estructura política, comunitaria, institucional y ciudadana.

¿Existe una enfermedad mental en el mundo?

La respuesta a esta gran pregunta es: SI. Actualmente es la primera causa de discapacidad y se estima que aproximadamente un 25% de la población sufre o sufrirá algún trastorno
mental a lo largo de su vida.

La OMS pide un firme compromiso de los gobiernos con la promoción de la salud mental y con el desarrollo de unas habilidades para la vida muy concretas, que tienen en su esencia un fuerte componente emocional.

La cultura emocional en tiempos del coronavirus

No estamos viviendo la primera pandemia que ha sufrido la humanidad, pero sí la que más se ha extendido y la que nos ha sorprendido con poca preparación y mínimos recursos para hacerle frente.

El confinamiento en casa no ha sido una forma de hacer vacaciones y aunque la mayoría de nosotros hemos aprovechado para estrechar los lazos con nuestra familia y, en relación al ámbito laboral, crear nuevas estrategias para lograr los objetivos a través del teletrabajo, son muchos los retos que a partir de ahora se nos presentan en todos los sectores sociales.

Sin embargo, estas premisas no solo se limitan a los equipos de trabajo, sino que se extienden a toda la población. Personas cuidadoras, mayores, niños y adolescentes debemos permanecer aún durante un tiempo, que no va a ser breve, controlando la prevención y conservando la distancia social, hecho que seguro va a dejar huella en todos nosotros.

Ahora más que nunca hemos de trabajar nuestra inteligencia emocional. Es decir, aprender a identificar y gestionar de forma saludable nuestras reacciones ante los sentimientos que de forma natural pueden invadirnos.

Desde la escuela, los programas de atención a la ciudadanía de las distintas comunidades, las asociaciones, empresas e instituciones tienen la oportunidad de invertir en un trabajo social con espíritu de crecimiento personal comunitario, a través de las vías telemáticas o desde plataformas que lo permitan.

Generando a través de la cultura emocional un puente hacía el auto conocimiento y regulación, que permita una mayor empatía y equilibrio en los grupos de personas que tienen que convivir en sus vidas, ya sea en el ámbito personal o en el laboral.

Creemos firmemente que se puede transformar la incultura emocional por la cultura emocional comunitaria y pública.
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